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Las cartas


Cristina y Amanda se solían mandar cartas en su adolescencia. A pesar de verse todos los días en la escuela –a pesar de estar en el mismo salón–, se pasaban a dejar sobres en las puertas de sus casas, porque, además, vivían a un par de cuadras de distancia. A pesar de todo el tiempo compartido, dentro y fuera de la sala de clases, encontraban otro espacio en las hojas mal dobladas y los sobres improvisados, y en el acto silencioso de dejar un recado sin que la otra estuviese. 

Porque Cristina y Amanda tienen mucho en común, incluidas las ganas de conversar del mundo entero con varias tazas de té, todavía se dejan recados en el buzón, aunque sea digital.

 1. de: Amanda. para: Cris. 22/ago/22. “Espero que esta carta no sea la última. Espero que este sea un inicio con más vida. Prometo, más bien”.

 2. de: Cristina. para: Amanda. 24/ago/22. “Hoy me levanté con los ojos hinchados, y afuera había una abeja volando entre las matas. Comí pay de limón. Saqué libros de la biblioteca. Tomé electrolit. Como dice tu hermana: LA VIDA ES MUY HERMOSA, INCLUSO AHORA”.


3. de: Amanda. para: Cris. 10/dic/22. “¿Por qué me alejo del amor inmenso que he encontrado en otros lugares, por qué decido detonar todo, y recoger hilos sueltos para volverme a tejer en ellos? Si no me sintiera fuera de todo la mayoría del tiempo, ¿cómo justificaría la parte de mí que está siempre buscando su retorno a casa, y que necesita extraerse de su propio recogimiento, así que elige el amor, el amor, el amor?”

4. de: Cris. para: Amanda. 19/abr/23. “gracias por permitirme no ser auténtica, y copiarme de ti y sentirme abrazada en el proceso. no sé si le llamaría copiarme, más como identificarme? aunque me encantas y me copiaría por ejemplo del suéter azul y bufanda que llevabas el otro día. y copio tus ñoquis cada 29. jiji.”